El arte cinético resurge en el Museo de Bellas Artes
Movimiento, luz, color, agua, un sinnúmero de texturas y por sobre todo, el desafío a la percepción del espectador ante la obra que se transforma, se combinan en el recorrido por la exposición “Real/Virtual. Arte cinético argentino en los sesenta” que abre sus puertas al público mañana en el Museo Nacional de Bellas Artes.
"Esta es una oportunidad de conocer el arte cinético como no se lo vio nunca”, dispara la curadora de la exposición y jefa de Investigación del museo, María José Herrera, durante una recorrida para la prensa por la muestra dedicada a la corriente artística que sentó sus bases en el movimiento y que fue tendencia en la Argentina desde fines de los 50 hasta principios de los 70.
El inmenso Pabellón de Exposiciones del museo, recibe al espectador prácticamente en penumbras, ya que la mayoría de las obras se activan con el toque de un botón que ponen en funcionamiento la magia de estas piezas pertenecientes a la colección del museo, a las que se suman obras de colecciones particulares y otras instituciones.
Maestros como Gyula Kosice, Rogelio Polesello, Ary Brizzi, Jorge Gamarra y Jacques Bedel participaron del recorrido por la muestra, totalmente financiada por la Asociación Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes, que desembolsó más de 500 mil pesos para su realización y puesta a punto de las obras, además de la publicación del catálogo.
"Se han analizado más de 600 obras para conformar este universo que hoy forma parte de la colección que vamos a ver”, señaló el director del museo, Guillermo Alonso, quien se refirió además a “la gran muestra de arte cinético que todo el medio cultural estaba esperando”.
La exposición señala la importancia del arte cinético argentino a través de tres instancias decisivas de su historia: la primera es el impacto que tuvo sobre el ambiente artístico local la exposición del húngaro-francés Víctor Vasarely de 1958 en el Museo de Bellas Artes, durante la gestión de Jorge Romero Brest.
"Aquí se ven los primeros intentos de muchos artistas jóvenes de buscar el movimiento, de trabajar con el desplazamiento del espectador y también con la seriación”, detalla Herrera sobre estas creaciones.
Horacio García Rossi, Luis Tomasello, Jorge E. Lezama, Hugo de Marziani, Jorge Luna Ercilla y Juan Carlos Romero son algunos de los creadores que buscaban mostrar la inestabilidad en la composición que se produce ante el contraste extremo de blancos y negros, la superposición de tramas y otros efectos que virtualmente dan la sensación de movimiento.
La segunda instancia, caracterizada por las exploraciones óptico-cinéticas, tiene su anclaje en la creación del Groupe de Recherche d´Art Visuel, el GRAV (París, 1961) y la consagración del arte cinético, a través de piezas de “recursos muy sencillos, muy pobres y, a la vez, muy poéticos”, desgrana la curadora, mientras señala un trabajo del emblemático Julio Le Parc, pequeños acrílicos que penden de un hilo sobre un fondo rojo, donde el movimiento es dado por el aire que lo circula.
La expansión y legitimación del cinetismo en exposiciones, premios y salones es la tercera instancia consagratoria, que reúne obras de artistas ópticos y cinéticos como Miguel Ángel Vidal y Eduardo Mac Entyre, creadores del Grupo de Arte Generativo (1960), o piezas de Carlos Silva, Ary Brizzi y Manuel Espinosa.
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